Él la amaba,
pero ella era como un pájaro: Hermosa, libre, independiente. Demasiado para él,
que sólo era un hombre gris que nunca había tenido alas. Ella le decía que también lo amaba, pero él no le creía, vivía atormentado ante
la idea de despertar una mañana y que ella se hubiera echado a volar. Un día se
cansó, puso rejas en las ventanas y cerró todas las puertas. A la pobre infeliz nadie la vino a rescatar, no tenía parientes ni en su país de origen. Su destino estaba
sellado, ahora él era su familia y aquella casa, su jaula.
No hay comentarios:
Publicar un comentario