El Impala
descansaba rojo y reluciente en la loma del sendero para autos. Bobby
corrió hacia él, con los ojos brillantes y batiendo palmas. ¡Él y papá
darían una vuelta! Se detuvo intrigado, mientras su padre levantaba el
capot e inspeccionaba el motor con cuidado, mirando atentamente los
cables de la batería para cerciorarse de que no había ninguna conexión
extraña que pudiera significar una bomba.
Jamison no había sido tan cuidadoso, pero Jamison había muerto asesinado.
Bobby,
por supuesto, no tenía manera de saber por qué su padre se comportaba
de esa forma y tampoco pensó en eso mucho tiempo. Todo lo que sabía era
que él y su padre darían una vuelta. Y papá se había colocado incluso el
revólver. Debajo del saco, en la cartuchera de cuero oscuro.
El hombre corpulento cerró el capot, satisfecho con la inspección, y le sonrió al niño.
-Recuerda
-estaba diciendo-, nunca tires nada por la ventanilla. ¿Entendido? No
está bien. Sobre todo cuando papá está manejando rápido por la
autopista. No está bien, Bobby. Podrías pegarle a otro papá en el ojo y
causar un accidente. ¿Entiendes?
Bobby asintió, tirando de la puerta del Impala. seguir leyendo
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