Dicen que el bosque es negro
porque la espesura de sus árboles impide que pase la luz del sol, pero en
realidad su negrura proviene de los seres que lo habitan. Cada noche las
criaturas se apostan a la vera del camino, esa cicatriz abierta que parte
el bosque en dos y aguardan el paso de los automóviles que como dragones escupen
gases que infectan a la naturaleza. Siempre alguno se rompe y la preciosa carga
que llevan desciende, entonces las criaturas se aproximan, beben de ellos y al
amanecer se pierden en la espesura del bosque. Los automovilistas despiertan en
sus autos al día siguiente, no recuerdan que pasó, no entienden porque tienen
tanta sed.
Un relato tenebroso, en el que, si no me equivoco, hay tintes ecologistas.
ResponderEliminarUn saludo, Renate
Si Ángel me salió ecologista :D.
ResponderEliminarGracias por venir, una brazo!