Evelyn apuntó la luz mortecina de su linterna
hacia las paredes de la cueva. Una cruz exquisitamente tallada se reveló ante
su ojos, leyó la inscripción “Requiescat in Pace” y se inclinó para descubrir el
nombre del infeliz que descansaba allí eternamente. Aterrada, comprobó que
sobre la piedra estaba grabado su nombre.
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