Desde que encontró el viejo retrato en el desván Tessa comenzó a oír voces. A veces eran de niños, otras de mujer. Hablaban de cosas banales: del campo, de vestidos, de las criadas, de la cosecha, de los caballos, de los perros. Se acostumbró a vivir con ellas en su cabeza y se entretenía mucho con sus historias. Pero un día llegó él y en lugar de las amables charlas de siempre comenzó a escuchar discusiones, gritos y llanto. Fue así como Tessa comenzó a odiar a los hombres y terminó deshaciéndose primero de sus hermanos, luego de su padre y después de su novio. Eso es lo que dice su psiquiatra pero suena inverosímil ¿Verdad?
Seguramente ella, en su cabeza, tenía claro lo que oía y cómo debía actuar en consecuencia, aunque los demás sufrieron las graves consecuencias de su mente perturbada.
ResponderEliminarUn relato bien contado
Un saludo, Renate
Gracias Ängel, un abrazo!
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